sábado, 8 de febrero de 2014

MUSICA CLASICA, por Costi Rogozanu

Hay evidencia casi científica de que la música clásica no está hecha para todos los primates que se las dan de gente  cultivada. La viva prueba de esto soy yo . También hay evidencias  de que éstos primates se pueden poner cabezotas para siempre en escuchar dicha musica. Prueba de ello, yo tambien.
La historia comenzó, igual que les pasó a muchos de mi generación, con Iosif Sava, me llamó la atención  antes del ´89 no tanto por la música sino porque tenía algo de payaso pedagógico, gesticulaba, traducía en palabras la gran música esa, la muuuuuuuuy graaaaaaande ella, asi le gustaba llamarla. En la boca de Sava, Bach era “baaaachhhh”, algo así como una onomatopeya celeste. Ese hombrecito resultó divertido para el niño que llevaba dentro de mí. En los ´90, cuando le dieron un importante programa en el prime time, ya empezó a no gustarme tanto: estaba lleno su plató de niños genialoides que cantaban casi de la misma manera que hacia yo malabares con la pelota de futbol, a secas y sin fin.
Empecé a empeñarme en escuchar música clásica por culpa de algunos libros que me habia leído. Thomas Mann y algunos filosofos le daban con música parriba y musica pabajo, y viene aqui incluido el punk Nietzsche. Ademas, igual no os acordaís que en las plazas de las ciudades ,encima de los mostradores con cassets de Nirvana y Depeche Mode, se hallaban, siempre, clásicos como Chaikovski, Rachmaninov o Schubert. Los escritores, muy hijoputas, me arrastraron tambien hasta el dodecafonismo y hasta todo tipo de semejantes maravillas.
Mahler era mi favorito porque le echaba flores Camus, me parece. Pero por mucho que me esforcé por las vías de la cultura musical ( libros sobre músicos/ compositores), nunca pude escuchar música clásica de otra manera que la de un tractorista, de oído sincero y maravillado. Cualquier tipo normal lo habría dejado. Yo acababa de empezar.
Cuando empezó la televisión por cable también salieron los canales especializados (algunos italianos y otros franceses). Yo estaba de guardia en las trincheras. Para colmo de todo, a veces tenia algún tipo de extasis musical: eran probablememnte combinaciones químicas misteriosas emitidas por mi cerebro,  que estaba agobiado por tanta tensión melomaniaca. Cuando empezaba el espectáculo, no me levantaba del sillón antes de una hora , aguantaba ahí con los ojos clavados en la pequeña pantalla delante de mi. Los domingos por la tarde, cuando los italianos ponían algo de Ravel o Debussy (algo mas asequibles, es decir no me los podía perder), padre daba vueltas entre la cocina y el salón, esperando que acabasen las chorradas clásicas para que pueda ver alguna serie en condiciones. Le miraba condescendientemente. No podía entender el sufrimiento artístico interior de un adolescente.

Mi obsesion por la musica de ninguna manera asequible para mi no se me habia quitado, sin embargo ,tampoco despues de haber cumplido los 18. Quien dijo que el arte se consume por placer es un estupido. Pero quien dijo que el que simplemente lo quiere no puede consumir un arte que no entiende es todavia mas estupido si cabe. Ya que ,mientras, empezaba a seguir a Bernstein, sus increibles programas de vulgarizacion de la musica. Ya estaba yo upgradeado u actualizado. Una vez llegado a estudiar en Bucarest, iba con bastante frecuencia a la Sala Radio para experimentar en vivo la musica clasica. Lo suyo era que , al principio, metieran unos contemporaneos bastante raros, demasiado extraños hasta para mi determinación cultural. Asi que escuchaba, auriculares puestos y solo cuando me los prestaba un amigo mio, alguna cosa de los Pixies y vete a saber lo que mas me obsesionaba por aquel entonces. Pero cuando empezaban a sonar las mahleras y los shostakovichos  me bajaba docilamente los auriculares y enfilaba oidos. Alrededor, gente bastante rara se desenvolvia por la Sala Radio, vestidos desgastados de otros tiempos, bastante instrusista amante de la musica, pero tambien gente claramente entendida, que me hacian sentir mi impostura hasta la medula

Al final me relajé en lo de las tardes clasicas. Fue así porque empecé a descubrir que la musica que conocia ya como a la palma de mi mano no era nada ligera, que tampoco mis heroes pop y rock eran tan superficiales. Pero tambien porque me habia vuelto un "tipo ocupado". Nunca dejare del todo esa droga inexistente. Consumo musica clasica de la misma manera que me tomo alguna vez una copa de algun vino inexplicablemente caro para mis aficiones enológicas penibles. Tengo un amigo en Iasi cuya cultura musical es impresionante-  nunca estoy harto de escuchar sus historias sobre buenas o malas interpretaciones de fulanito tal o de menganito de pasqual. El hecho de que no entienda gran cosa es secundario.
Todo lo que cuento aqui tiene una moraleza y mis cuentos suelen mas bien no tener moraleza. Se trata de que el respeto para el arte y hasta la obsesion por  el arte pueden llevarle a uno hasta formas comicas de fidelidad, pero no exentas de honestidad. Los que hablan de la decadencia de la cultura no entienden que el principal problema no es que la gente ya no entiende el arte o el que su entendimiento nu esté a la altura. La verdadera desgracia es que la gente ya no quiere intentar lo imposible. E incluyo aqui el de "pillar" lo que nos quiera transmitir Wagner. Y ya no quieren intentar lo imposible porque el arte ya no les llega en formas populares, asequibles, para principiantes: sea por la figura comica y seria de un tipo como Iosif Sava, sea por otras formas de vulgarización que hagan de la musica un universo, no una cuadrilla estupida de tios con arcos y platos, que monten cosas estridentes y raras en salas vacías.

original rumano:




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